14 noviembre 2012

Sir Ángel y Lady Anastasia


Erase una vez, una princesa llamada Anastasia que vivía encerrada en lo más alto de una torre del castillo más grande jamás visto.
Un día, una paloma blanca se posó en la única y minúscula ventana que había en la habitación donde estaba encerrada. Ella, desesperada por salir de ese infierno, en un acto desesperado arrancó un trozo de su vestido, y escribió con su propia sangre una carta pidiendo ayuda para que le rescatasen, se la ató a la paloma en una pata y la echó a volar.

Paseando en un pueblo cercano al castillo, había un príncipe llamado Ángel, un caballero famoso por su bravura, orgullo y valentía, el cual se fijó en una pequeña paloma que le perseguía, se fijó que tenía algo en una pata, la cogió cuidadosamente, desató la pequeña tela de su pata y leyó el manuscrito de una joven pidiendo ayuda. El caballero no dudó ni un segundo en ir a rescatar a aquella joven que pedía ayuda.

El caballero, Sir Ángel, montado en su fiel corcel llamado Roonie, encaminó su aventura dirección a aquel castillo donde se encontraba la princesa, para rescatar a lady Anastasia, la cual esperaba paciente y sin apenas esperanzas de que alguien hubiese encontrado aquella paloma con su mensaje escrito con su propia sangre.

Sir Ángel, ya en la entrada del castillo, justo antes del gran puente levadizo de la entrada, se encontró que el castillo estaba rodeado de grandes enredaderas con grandes y puntiagudos pinchos. Desenvainó su espada de acero blanco con una esculpida empuñadura dorada recubierta por cuero negro entrelazado dejándose ver pos los huecos ese dorado intenso, se dispuso a cortar todas y cada una de las maliciosas enredaderas hasta la entrada por donde entraba cauteloso. En guardia, espada en mano por cualquier cosa que pudiera pasar. Una vez dentro del castillo, cruzando el gigantesco y desierto patio interior de ese horripilante lugar. Al acercarse hacia una de las grandes puertas sintió que empezaba a hacer más frío, escalofríos incluso algo más tenebroso que el propio miedo, y cuanto más se acercaba, más se sentía ese terror.

El caballero, sabiendo que cuanto más tenebrosas fueran las sensaciones, más cerca estaría de la princesa, así que decidió entrar en aquel lugar. Ya dentro, buscando en la inmensidad del castillo, encontró una habitación por la que se escuchaba soplar un fuerte viento, se acercó a esa puerta, la cruzó y se adentró en aquella habitación pensando que quizás estuviese ahí la princesa. No sabía donde se estaba metiendo.....

Al adentrarse el caballero en aquel cuarto, aparente mente normal, de repente, el caballero sin tiempo a reaccionar, cayó por una trampilla que había camuflada justo bajo sus pies en el suelo de aquella habitación. Bajo aquella trampilla se escondía un túnel resbaladizo, todo cuesta abajo y en círculos por el cual no se podía trepar. El túnel terminaba en una sala inmensa, iluminada por un par de antorchas cubiertas de telarañas que alumbraban en la penumbra una innumerable cantidad de pasillos y alguna que otra gotera, cada uno en una dirección distinta, ¿Cual elegirá Nuestro formidable caballero?

Sir Ángel, confundido y mareado por aquella caída, al ver tantos pasillos, se quedó pensativo e intentando recobrar el aliento de aquel susto, cogió una de las antorchas para iluminar cada uno de los pasillos, examinándolos uno por uno, hasta que desde uno sopló una leve brisa que hizo moverse la llama de la antorcha. El caballero guiándose por el instinto eligió ir por aquel pasillo, con la  espada en una mano y la antorcha en otro faltaría más. Avanzando poco a poco y con cautela, notó un ligero "clic" bajo su pie, un sonido sordo que en ese momento hizo que empezaran a caer muros desde el techo formando una pared tras otra avanzando tras él. Viendo lo que se le venía encima comenzó a correr despavorido hacia delante olvidándose de la cautela, eso hizo que se escucharan varios "clics" más a su paso, con lo cual ya no solo tenía que evitar quedar atrapado entre dos de los muros, si no que tenía que esquivas las flechas que se disparaban en todas direcciones, cuchillas gigantes que atravesaban de un lado a otro el pasillo y llamas que salían de todas partes.

Por fin llegó al final del pasillo, cansado, con la armadura al rojo vivo y una flecha clavada en el trasero, rápidamente se sacó la flecha y se despojó de casi toda su armadura que le quemaba la piel. Agotado apoyó las manos en sus rodillas sin aliento del cansancio, al levantar la cabeza se encontró a centímetros de su cara un hocico enorme como la campana de una catedral. Era la causa de aquel frio que notaba en la entrada de la habitación antes de caer por la trampilla, un dragón de hielo, un dragón único en el mundo del cual se habían escrito varias y terroríficas leyendas. Instintivamente, sir Ángel dio un par de pasos atrás que provocaron que cayera de culo en el frio suelo escuchándose el eco de un quejido por la herida de aquella flecha en su trasero, entonces se vio que toda aquella sala estaba congelada desde el suelo hasta la última telaraña del techo. Rápidamente, agarró la espada y la antorcha que milagrosamente seguía encendida y, al ser un dragón de hielo, pensaría que la antorcha le sería de gran utilidad.

El dragón, expectante de lo que hacia el caballero, se acerca a él y ruge con gran fuerza saliendo disparada de su boca pegajosas y grandísimas babas dirección al caballero, que al escuchar el rugido del dragón comenzó a correr buscando un sitio en el que ocultarse.

Tras una gran columna, el valiente caballero piensa en cómo vencer al terrible dragón que le busca por todas partes. En ese momento, y en un arrebato de coraje sale corriendo hacia el dragón olvidándose de la antorcha y empuñando la espada con ambas manos para poder atacarle con todas sus fuerzas. El dragón se levanta quedándose en pie solo con sus patas traseras, infla el pecho y escupe una gigantesca llamarada azul que en vez de quemar, congela todo a su paso, por suerte sir Ángel pudo evitar esa llamarada brincando de un lado a otro. El caballero se fijó que en el pecho del dragón brillaba una luz roja en su interior, luz que se apreciaba desde su piel, El caballero siguiendo su instinto pensó en una forma de clavarle la espada en ese punto sin que el dragón le matase, decidió intentar pillarlo por sorpresa así que buscó rápidamente la antorcha, la apagó y se colocó de espaldas a una columna de espaldas al dragón, cogió el palo de la antorcha y lo lanzó lo más lejos que pudo con intención de que el dragón persiguiera el sonido de la antorcha cayendo al suelo. Cuando notó que el dragón se acercaba salió de detrás de la columna con intención de clavarle la espada en el pecho, el dragón se percató de eso y mordió engullendo de un solo bocado a sir Ángel tragándoselo al instante.

El caballero, ya en el interior del estomago del dragón, intentando que no le invadan los nervios, vio a través de las paredes del estomago aquella luz roja que se veía desde fuera del dragón, empuñó su espada y lo clavó en aquella luz. En aquel momento se escuchó un rugido desgarrador, el dragón agonizaba y el caballero sacó la espada de donde había apuñalado al dragón, de repente todo se paró, el dragón había muerto.

Todavía dentro del dragón, empezó a notar una sensación muy rara, húmeda y fría, el dragón de hielo se estaba derritiendo, se estaba volviendo toda agua y hielo.
 Sir Ángel volvió a empuñar su espada de nuevo y rajó la tripa del dragón para salir de su interior, al salir se percató de que toda la sala, conforme se derretía el dragón se iba volviendo todo mucho mas frio y se formaba hielo alrededor de sus pies impidiéndole moverse. Dio con la funda de la espada en sus pies para romper ese hielo y salió corriendo buscando cualquier salida que pudiera encontrar.

La princesa lady Anastasia mientras tanto, en lo más alto de la torre más alta del castillo, se había enterado del último rugido del dragón y se dio cuenta de que alguien venía a rescatarla, se le llenaron los ojos de lágrimas y la sonrisa más grande que jamás había tenido en su cara. Salió corriendo al baño para asearse y ponerse guapa para aquel caballero que venía a rescatarla, se embadurnó toda de perfume, se hizo una bonita trenza adornada con flores y se puso su mejor vestido. Ya toda limpia y arreglada, sacó una gran bolsa de debajo de su cama, sacó por completo todos los cajones de todos los armarios de aquella habitación y abrió todas las puertas de los armarios, cajón por cajón fue metiendo absolutamente todo en la bolsa de tela olvidándose del orden de la bolsa. Una vez todas sus cosas dentro de la bolsa, desató una de las cuerdas de las que sujetaban las cortinas de la ventana y lo utilizó para atar la bolsa y así no dejar que nada pueda salir de la bolsa, una bolsa que llena, era casi tan grande como la princesa Anastasia.

La princesa, emocionada por saber que habían venido a rescatarla se sentó junto a la puerta encima de la bolsa mirando hacia la puerta con los ojos brillantes y abiertos. Por fin iba a poder salir de aquella torre, conocer el mundo, poder caminar descalza sobre el césped y bañarse en el mar bajo la luz del sol.

El caballero, corriendo para no quedarse congelado en aquel sitio, en la otra punta de aquella inmensa sala, encontró un portón que sin dudar lo más mínimo, cruzó rápidamente para no quedar congelado. Entró en un vestíbulo en el que se dibujaba en la penumbra unas escaleras cubiertas con una alfombra roja con encajes dorados en los bordes que conducían a una planta superior.
Ya arriba, había un pasillo lujoso en la que aquella alfombra se estiraba más allá de donde alcanza la vista, todo lleno de cientos de puertas.

Sir Ángel, investigando aquel sitio, abrió la puerta que tenía más cerca para ver a donde conducía, pero tras esa puerta había un muro de piedra. Miró detrás de la siguiente puerta y también estaba tapiada, y así todas las puertas que iba mirando. Después de más de media hora mirando tras cada puerta en la que se iba encontrando un muro de piedra tras otro, encontró tras una de las puertas una escalera de caracol por la que da la impresión de que sube hacia lo alto de la gran torre, sir Ángel comenzó a subir con decisión las escaleras hacia arriba.

A mitad del camino hacia lo alto de la torre, terminaba la escalera en una gran sala llena de estatuas de armaduras, continuaba la escalera arriba al otro extremo de aquella sala. Sir Ángel entró con cautela en aquel lugar cuando de pronto, aquel sonido tan familiar, otro clic mas, entonces se empezaron a sentir unos temblores cuando, sin dar tiempo a reacción, cinco de esas armaduras de la pared de pronto se despegaron y comenzaron a moverse.

Nuestro valiente  guerrero, al ver aquel panorama, agarró rudamente su fiel espada y se dirigió decididamente contra aquellas estatuas, las cuales todavía no se podían mover del todo bien que es lo que aprovechó sir Ángel para destruir el problema lo más rápidamente posible, pero solo le dio tiempo a destruir cuatro de aquellas cinco armaduras.

La última armadura, desenvainó su espada y la emprendió a golpes contra el valiente caballero que se defendía de aquellos espadazos como podía, aun recibiendo aquel huracán de sablazos, se escabulló de la armadura y contraatacó apuntando a una de las férreas piernas de la armadura lo que la desestabilizó y hizo que callera al suelo, donde el caballero le remató partiendo en trozos la cabeza de la estatua.
Después de un rato descansando de la batalla, sir Ángel encaminó escaleras arriba el último trayecto antes de encontrarse con la puerta tras la cual estaba la princesa lady Anastasia. Delante de la puerta, sir Ángel cogió su espada e intentó partir aquella puerta tan ruda a espadazos aun que de poco le sirvió.

Pensando en cómo abrirla, encajó la espada entre la pared y la puerta y la utilizó a modo de palanca para intentar abrir la puerta. Apretando contra la espada con todas sus fuerzas, y escuchando crujir aquella vieja y gruesa puerta, la espada cedió y se rompió justo en el momento en el que la puerta no pudo más y se abrió levemente. Sir Ángel miró su espada con tristeza ya que se había roto, soltó la empuñadura de la espada y metió los dedos por el pequeño hueco que había conseguido abrir con la espada y comenzó a tirar con todas sus fuerzas, hasta tal punto que le sangraron las manos de rasparse con las astillas de la puerta.
Al fin de después de un rato tirando de la gran puerta, consiguió abrir un hueco lo suficientemente grande como para que pudiera entrar en la habitación.

En aquel preciso instante, ojos contra ojos, hombre contra mujer, lágrimas contra cansancio, la bella princesa se echo a los brazos de aquel valeroso príncipe sin parar de decir “gracias, gracias, muchas gracias”. Entonces, uno tan cerca del otro, se miraron fijamente a los ojos uno al otro y…flechazo, ninguno de los dos reprimieron lo que en aquel momento sentían y eternizaron aquel encuentro en un beso largo y apasionado que nunca jamás olvidarían ninguno de los dos.

Y esta es la historia de cómo sir Ángel el valiente rescató a la bella princesa lady Anastasia, que al cabo de un tiempo se casaron en una boda soñada por cualquier princesa y conocida en todo el reino. De aquel feliz matrimonio salieron sus dos pequeñas gemelas, Gabriela y Elisabeth en endulzaron aun más si cabe la felicidad de nuestra maravillosa pareja.


The End